El Pare Simó (30 de mayo de 1619)

La corriente populista estuvo representada por el clérigo valenciano cuyo nombre completo es Francesc Jeroni Simó (1578-1612). Su vida de ascesis y penitencia, con estigmas y visiones, hizo que muriera con un halo de santidad, y que se iniciara inmediatamente su proceso de canonización, dirigido por los franciscanos. Sin embargo, los dominicos y la Inquisición, partidarios de una espiritualidad más ortodoxa y elitista, lograron frustrarla en 1619, después de intensas luchas, tensiones y alborotos en la ciudad entre los partidarios de uno y otro bando. Con todo, durante el siglo XVII se impuso una religiosidad mística y populista, más próxima a la de los franciscanos.

 

El Pare Simó nació en València en el año 1578. Tuvo una infancia difícil, ya que con nueve años se quedó huérfano. Pero su vida cambió al entrar en la antigua parroquia de San Andrés, donde estuvo amparado por un protector, y a la edad de 27 años fue ordenado sacerdote. Estas circunstancias, unidas a una débil salud, hicieron de este personaje valenciano del siglo XVII, un motivo de disputa entre los habitantes de la ciudad, que se posicionaron en dos bandos: uno a favor del Pare Simó y otro en contra.

 

Murió el 25 de abril de 1612. Su cuerpo se expuso al público, y un fraile descalzo predicó que se trataba de un santo; a los pocos días esta fama ya se había extendido.

 

Comenzaron a proliferar retratos de todo tipo del Pare Simó, así como la costumbre por parte de la población de la ciudad, de llevar una estampa en el bolsillo. El pueblo quería ver canonizado al milagroso personaje, pero el deseo no era generalizado, y otra parte de la población se oponía.

 

Las órdenes mendicantes, como franciscanos y dominicos, encabezaron esta vertiente en contra de la canonización, ya que no les convencía la idea de que se tratase de un individuo que no formaba parte de sus órdenes, y es que un santo les otorgaría prestigio.

 

Los “simonistas” fueron acusados de herejes por el exceso de devoción que profesaban hacia el clérigo. Informes escritos por dominicos sobre prácticas consideradas fanáticas (como las procesiones de disciplinantes que se celebraban cada viernes en València en su honor) se enviaron al Vaticano y al rey, con el propósito de detener algo que parecía imparable ante el fervor del pueblo y las autoridades municipales.

 

Tanto el papa como Felipe III al principio estaban de acuerdo con la canonización, pero la alteración del orden público que generaba este tema, les hizo replantearse la cuestión. El arzobispo de València, en 1612 incluyó nuevas reglas para un mayor decoro en la veneración del Pare Simó, pero cuando las estaba exponiendo públicamente fue abucheado por los “simonistas”, que no le dejaron terminar el discurso. La fractura se manifestó en enfrentamientos que llegaron a su culmen el 3 de marzo de 1619. Entre otras medidas, la Inquisición decretó la retirada de altares y la prohibición de imágenes que alentaran la supuesta santidad y los dones sobrenaturales del Pare Simó. Estas reglas se dieron a conocer en la catedral de València. Sólo la exhibición del Santísimo Sacramento detuvo a la multitud que se dirigía hacia la Inquisición. Los “simonistas” acudieron al palacio arzobispal y a varios conventos para apedrearlos. Aquellos contrarios a la canonización que se encontraban en el camino fueron obligados a colgarse una imagen del venerable y a gritar arrodillados: “visca el Pare Simó”.

 

Lograron entrar en la casa dominica, que fue asaltada. El gobierno municipal, para atemperar los ánimos, ordenó que toda la ciudad se iluminara con velas en honor a Francisco Jerónimo Simón, venerable, pero no santo. Nuevas medidas promulgadas por la Inquisición y el nuevo papa Urbano VIII impidieron llevar a cabo las intenciones de canonización del pueblo valenciano.

 

La posible santidad de Francisco Jerónimo Simón, originó una amplia bibliografía en múltiples formatos: relatos, informes, biografías y también “literatura secreta”. Entre 1619 y 1628 los ánimos de los partidarios del Pare Simó se fueron enfriando. La Inquisición estuvo implicada en este apaciguamiento, ya que procesó a los más destacados seguidores y exilió a su principal defensor, el fraile Antonio Sobrino.

 

El 25 de abril de 1662, cuando se cumplieron los 50 años, se decidió retomar el asunto de la beatificación, que nuevamente sería frustrado.