El indiano

El siglo XIX se caracterizó por los conflictos, que marcaron la evolución del país: la invasión francesa, pronunciamientos militares, las guerras carlistas, y la Gloriosa Revolución de 1868, que finalizó con la expulsión de Isabel II el mismo año, dando inicio al Sexenio Democrático (1868-1874), período que abarca el breve reinado de Amadeo de Saboya (1871-1873) y la efímera I República (1873-1874), experiencias que resultaron ser un absoluto fracaso, por lo que las fuerzas monárquicas organizaron un golpe de estado para favorecer la Restauración de los Borbones, coronando a Alfonso XII, hijo de Isabel II. Los principales políticos valencianos tuvieron una destacada participación en los acontecimientos, ya que el general Martínez Campos visitó en secreto Valencia a finales de 1874 y se entrevistó con los marqueses de Cáceres y Casa-Ramos, Cirilo Amorós y Teodor Llorente para asegurar su respaldo al futuro rey.

 

Seis días después, las tropas participantes en el pronunciamiento proclamaron rey a Alfonso XII, que desembarcó en Valencia el 11 de enero de 1875, y emprendió el camino a Madrid. Un año después, el político Cánovas del Castillo configuraba el orden político que iba a dominar España el resto del siglo, con dos partidos, el conservador y el liberal liderados por Cánovas y Sagasta respectivamente, alternándose en el poder mediante la manipulación del sistema electoral, a fin de conseguir la ansiada estabilidad.Este fraude era posible gracias al respaldo de los caciques locales: el ministro de la Gobernación elaboraba el encasillado, una lista de los diputados recomendados por cada distrito y fruto de los acuerdos entre los líderes de los partidos en Madrid, los cuales enviaban dicha lista a los gobernadores. Éstos, a su vez, convocaban a los dirigentes provinciales para darles las órdenes impuestas desde la capital. El sistema tenía un inconveniente, que los caciques locales decidieran actuar por su cuenta e imponer candidatos más acordes a sus intereses, una táctica a la que los caciques valencianos recurrieron a menudo para obtener ventajas políticas. El control del voto se hacía efectivo incluso mediante la extorsión y la violencia física, llegando al extremo del asesinato, como en las elecciones de 1882, en varias poblaciones valencianas se registraron homicidios.

 

 

 

Este bipartidismo tuvo la consecuencia de marginar a los partidos y agrupaciaciones que defendían otras ideologías, en especial el republicanismo, en el cual comenzó su carrera política un joven Blasco Ibáñez en 1891, al ser elegido presidente del consejo regional de la Unión Republicana. La introducción en 1890 del sufragio universal masculino, favoreció la participación masiva en las elecciones y dificultó la manipulación del voto en las grandes ciudades, permitiendo a los republicanos convertirse en una alternativa por primera vez, y en 1898 Blasco Ibáñez, a la cabeza de su nuevo partido, era elegido diputado como el candidato más votado de Valencia. En 1901, en las elecciones municipales de Valencia fueron ganadas por la alternativa blasquista, que mantuvo la mayoría municipal hasta 1911.

 

El éxito de Blasco se basaba en su discurso radical y populista, que se difundía mediante el diario El Pueblo, fundado en 1894, y a su excelente organización a la hora de movilizar a sus partidarios. Las victorias electorales de Blasco, a pesar de la ambigüedad de sus ideas y contradicciones ideológicas, es una muestra del rechazo de las clases populares por el sistema bipartidista, que a finales del siglo entra en crisis por las muertes de Cánovas en 1897 y de Sagasta en 1903, y el desprestigio de sus sucesores. Blasco supo canalizar este rechazo con su discurso, defendiendo el progreso, la ciencia y la educación, criticando a la iglesia y defendiendo la República como la única manera de reparar todos los males del país. El blasquismo tuvo desde sus inicios la oposición de la Iglesia, que moviliza a sus partidarios con las mismas técnicas, empleando un discurso populista que trata de frenar el naciente movimiento obrero. El discurso de Blasco no consiguió calar fuera de la ciudad ni acabar con el dominio de los caciques, en las zonas rurales siguió dominando la ideología más conservadora, y con el tiempo el progresivo ascenso del socialismo y los anarquistas haría entrar en crisis el blasquismo. 

 

En 1899 aparecen en Valencia los primeros sindicatos tal como se entienden en la actualidad, y en 1904 prácticamente todas las profesiones cuentan con su propio sindicato. Su nacimiento es a consecuencia de las malas condiciones en las que trabajan los obreros, que comienzan a organizar protestas que son reprimidas con dureza. Desde los inicios del sindicalismo, sus integrantes son conscientes de la necesidad de solidaridad y apoyo entre ellos: en 1900 los conductores del tranvía de Valencia se declaran en huelga, y reciben la ayuda de varios sindicatos que convocan protestas al mismo tiempo que ellos. Entre 1909 y 1911, las consecuencias de la Semana Trágica de Barcelona provocaron disturbios por todo el territorio valenciano, enfrentamientos con las fuerzas de la autoridad y una huelga general en Valencia. Los sindicatos no se preocuparon sólo por defender los derechos de los trabajadores, también trataron de mejorar sus condiciones y darles oportunidades de promoción social por medio del acceso a la educación, organizando escuelas para los hijos de los obreros y ateneos para la educación social de los adultos. El movimiento obrero se consolidaría definitivamente gracias a la coyuntura creada por la Primera Guerra Mundial, coincidiendo con la crisis definitiva del modelo bipartidista.