La catedral

En los primeros tiempos del cristianismo fue muy habitual utilizar las construcciones romanas para el nuevo culto religioso, como ocurrió en la Valentia visigoda, en donde el edificio administrativo romano albergó un altar, y donde apareció un bol de vidrio con decoración de escenas bíblicas.

 

El edificio fue arrasado a principios del siglo V y no fue hasta el siglo VI cuando tuvo lugar la construcción de un gran conjunto episcopal. Los restos de este conjunto ocuparían la actual plaza de la Almoina. Se conocen un ábside de 15 metros de diámetro y dos capillas a ambos lados. Estos restos se encuentran en la cripta arqueológica de la Cárcel de San Vicente, donde se conservan la totalidad de la planta y parte del alzado. La capilla meridional tiene forma de cruz y en el centro se encuentra una tumba cuyos restos se relaciona con el obispo Justiniano.

 

La construcción del gran conjunto episcopal modificó el trazado de las grandes vías de la ciudad romana. El kardo máximo fue desviado para rodear una de las capillas. Con posterioridad al siglo VI se llevaron a cabo algunas reformas, como la de un edificio del que solo se conserva un pequeño ábside de herradura. Se conocen otros espacios del interior de este conjunto episcopal pero todavía sin una interpretación clara.

 

En época visigoda este tipo de conjuntos eran los más importantes y monumentales de las ciudades. Tanto era así, que podían considerarse como barrios cerrados al resto de la ciudad, donde estaban los tres poderes más importantes (espiritual, económico y judicial), ya que los obispos eran los únicos representantes de la ciudad ante la corona. El de València es de uno de los conjuntos visigodos de estas características más extraordinarios en Hispania, junto con el de Barcelona.

 

Al sur del cementerio de tradición romana encontrado intramuros de la ciudad, se construyó la gran catedral, con unas dimensiones estimadas de 36 x 50 metros. Primero habría una construcción más modesta que coincide con la primera época de veneración del martirio de San Vicente. Pero el gran poder de atracción de este culto propiciaría la construcción de un nuevo proyecto. La importancia de esta nueva construcción queda de manifiesto en el cambio ya comentado del kardo máximus de la ciudad romana. En el foro se tapió el pórtico oriental, lo que marcaría el límite oeste del conjunto episcopal.

 

A finales del siglo VI o principios del VII, el conjunto episcopal ya estaba completamente construido, pero se llevaron a cabo nuevas obras en la parte norte de la catedral. La más significativa fue un ábside de herradura sobre el punto donde tuvo lugar el martirio de San Vicente, donde va ligado el sellado del pozo que hasta ese momento había estado en uso. Estos cambios fueron los primeros que rompieron con la orientación romana, los cuales nos ayudan a hacerse una idea de las transformaciones que estaba experimentando la ciudad.

 

Se han llegado a identificar una treintena de tumbas en forma de cistas de piedras de tamaño considerable (2 x 3 m), estos enterramientos eran colectivos y algunos contenían ajuares. Estaban de espaldas al edificio con ábside, lo que indica que fueron enterrados intencionadamente cerca de la zona del martirio.

 

También hay enterramientos individuales, pero estos se encuentran en el mausoleo en forma de cruz de la catedral, seguramente pertenecientes a unos individuos de clase social elevada. Ya en el interior del edificio, en el crucero está la tumba del obispo Justiniano. Además, aunque no hay evidencias materiales encontradas, en la parte principal del mausoleo estaría la tumba del mártir San Vicente.

 

Lo que en época romana fue otra necrópolis, algo más alejada del mausoleo visigodo, posteriormente, en el siglo VII pasó a ser un área de producción. Como prueba de ello, se han hallado los restos de una noria y de un edificio que tendría funciones comerciales y económicas. Por lo tanto, el área económica de la ciudad visigoda se situaba muy cerca del área religiosa. Aquí se almacenaba el grano y se recaudaban los impuestos, además es donde se realizaban las transacciones comerciales. Mientras, la sede del poder político se situaba al este del conjunto episcopal, ya que aquí hay restos del alcázar islámico, y las funciones se habrían mantenido desde tiempo atrás.

 

Hay una gran diferencia en cuanto al conocimiento sobre el conjunto episcopal y el resto de la ciudad visigoda. Esto se debe a la existencia de una muralla que separaba los dos espacios, además de que los materiales constructivos de la zona residencial serían de un carácter más perecedero, como puede ser la madera. El espacio que queda entre el conjunto episcopal y el puerto fluvial estaba despoblado y fue utilizado como un vertedero urbano.

 

El paisaje urbano de la València visigoda estaba formado también por varias iglesias, como por ejemplo la de la Roqueta, en la calle del Mar o la de la Plaça del Negret. Tiene especial relevancia que el conjunto episcopal de València es utilizado como un importante referente para el estudio de la arquitectura religiosa en la Hispania visigoda.