La Valentia imperial (123 d.C.)

Valentia, tras la destrucción del año 75 a.C., durante la Primera Guerra Civil romana, estuvo algo más de 50 años prácticamente despoblada, pero ya en torno al año 15 a.C., en época de Augusto, el gobierno imperial empezó a preocuparse por la reconstrucción de las provincias dañadas por las guerra civiles, y la ciudad se repobló con veteranos de las legiones y comenzó a reconstruirse. Como era habitual en las ciudades romanas, los principales edificios públicos se concentraban en torno al foro, el centro neurálgico de las urbes en esta época, un espacio que en la actualidad estaría en la ubicación de la plaza de la Virgen.

El principal de estos edificios sería la Curia, sede del senado local, una construcción de planta rectangular del que se sabe que estaría revestido de mármol por los restos encontrados en la zona. Por las inscripciones que se han hallado, que mencionan a los valentini veterani et veteres, se cree que la ciudad contaría con un doble Senado, formado por los supervivientes de la etapa republicana y sus descendientes (veteres, antiguos) y por los colonizadores llegados en época de Augusto (veterani, veteranos), que serían soldados licenciados de las guerras cántabras.

La ciudad contaba con varias termas, siendo las más destacadas las de la Almoina y las de la calle Tapinería, con todas sus salas perfectamente diferenciadas: el tepidarium(sala templada), el caldarium(sala caliente) y el frigidarium(sala fría), en la que existían dos piscinas. La sala del caldarium estaba rematada por un ábside, que seguramente albergaría una fuente(labrum), y en el tepidarium se encontraría el hypocaustum, el sistema de calefacción subterránea que constituye uno de los elementos más característicos de las termas romanas. Para el abastecimiento de agua, Valentia se servía del Turia gracias a los acueductos que la canalizaban.

 

                                                                                                                                                                                                                                                         https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Centro_Arqueol%C3%B3gico_de_la_Almoina_07.jpg

Una construcción destacada fue el circo, espacio para el entretenimiento de la población, el cual se situaba a las afueras de la ciudad, del que todavía hoy se conservan algunos restos, que nos han permitido estimar que mediría unos 350 metros de longitud por unos 70 de ancho. El circo fue un hallazgo de gran interés que nos permite tener un mejor conocimiento de la mentalidad romana, teniendo en cuenta que la vecina Sagunto contó con un circo construido por las mismas fechas, dos circos en ciudades tan próximas suponen un raro descubrimiento y sirve como ejemplo de la afición con la que contaban estos espectáculos. Las carreras estaban presididas por un magistrado local, normalmente el promotor de la carrera en las ciudades de provincias, y en Roma por el emperador, que daba la salida agitando un pañuelo blanco llamado mappa y los carros salían desde las carceres, situados en uno de los extremos del circo, con el objetivo de dar siete vueltas a la pista rodeando la spina central. La distribución de los carros en las carceres se decidía mediante un sorteo, y la mejor ubicación era la situada más a la izquierda, debido a que eso disminuye la distancia a recorrer en cada giro. Las colisiones entre carros eran frecuentes, así como las muertes de los aurigas, que llevaban una pequeña daga para cortar las riendas en caso de accidente y evitar ser arrastrados por los caballos. Los carros eran tirados por dos caballos (bigas) y por cuatro (cuadrigas), aunque hay algunas menciones a carros tirados por más caballos.

 

Los aurigas que competían eran en su mayoría esclavos o miembros de las clases más bajas, y estaban organizados en equipos nombrados por el color de sus vestimentas: azul, rojo, blanco y verde. Estas corporaciones eran financiadas por caballeros que proporcionaban los caballos, los carros y todo lo necesario para la organización, incluyendo cuidadores especializados para los animales, y negociaban con los organizadores de los juegos el número de carreras en las que participarían los aurigas de la facción y sus honorarios.