En parte, el motivo de la construcción de la Llotja fue intentar desviar los flujos del comercio de nuevo hacia el Mediterráneo, ya que en ese momento, tras el descubrimiento de América, los movimientos comerciales más importantes se habían desplazado al Atlántico.
Popularmente es conocida como Lonja de la Seda. Esta denominación se debe a que la seda fue desde el siglo XIV hasta el siglo XVIII, la industria más potente de la ciudad. En el siglo XIV ya había sederos locales, agrupados en 1465 en la “cofradía de la Virgen de la Misericordia”, y dedicada a ella hay una capilla en la Lonja.
Cuando se estaba edificando la Lonja, la industria sedera de Valencia tuvo un gran auge, llegando a censarse hasta 293 maestros sederos en la ciudad en 1487. Al final del siglo XVII, es cuando pasó a adquirir este nombre que llega hasta nuestros días, a pesar de que allí se llevaban a cabo transacciones de todo tipo de mercancías.
Los oficios reconocidos que se llevaban a cabo en la ciudad de València ascendieron de 15 en el año 1283 a 45 en 1526. La producción ya no se basaba solamente en el autoconsumo, sino que iba dirigida a satisfacer una demanda cada vez más alta y a generar excedentes y beneficios. Cada vez los oficios se iban especializando más y las agrupaciones que formaban estos artesanos tenía múltiples formas: gremios, cofradías, colegios, limosnas… Tenían un reconocimiento legal e incluso podía llegar a tener representante municipal para velar por los intereses de dicha asociación. A finales del siglo XV el gremio era ya una estructura administrativa autónoma. El auge del artesanado en València se debió al éxodo del campo a la ciudad, ya que era necesaria mano de obra para satisfacer las demandas de las élites valencianas y de las clases medias.
Poco a poco la producción de la ciudad de València va creciendo y supera sus propias fronteras. En el crecimiento destacan la industria textil lanera, la seda, el cuero y la construcción. El textil es el sector dominante y además es el que aglutina a un mayor número de artesanos, cada vez más especializados dentro del proceso productivo. Durante el siglo XV se venden telas tanto dentro del reino como fuera de él, hay un control de la calidad de la lana, el buen abastecimiento de la materia prima que provenía de Aragón y Castilla o zonas de interior del reino, gracias al comercio con oriente llegan los colorantes para los paños. El sector sedero también alcanzó una gran importancia a partir de la segunda mitad del siglo XV.
En relación a la construcción, ésta agrupaba a varios tipos de artesanos en un mismo lugar hasta que terminaba el proceso productivo, por lo que mejoraba mucho la economía de la zona mientras las obras estaban activas. Los que más inversión hicieron en este sector fueron la Iglesia, la Corona o el gobierno municipal, además de algunos inversores privados.
Pero el auge económico de València comienza a finales del siglo XIV con la existencia de tres tráficos comerciales principales: su participación, aunque pequeña, en la Ruta de la Especias impulsada por Barcelona, la gran presencia de comerciantes valencianos en la Ruta de las Islas (Cerdeña, Sicilia y Nápoles) y la integración como escala indispensable en el tráfico comercial que unía las dos Europas. Junto con los mercados magrebíes, el tráfico que impulsó más el comercio valenciano fue el establecido con los territorios catalano-aragoneses del Mediterráneo central, es decir las citadas islas. Estos intercambios mercantiles se basaban en los paños de lana de mediana y baja calidad, elaborados por la industria local urbana. Junto a esta industria, y aprovechando las escalas portuarias de las rutas, València también comercializó con grana y vino, aparejos de navegación, cerámica, sal de Ibiza, quesos sardos, así como también esclavos y oro llegaban al reino. Algo que distinguió al comercio marítimo valenciano del catalán o mallorquín fue el gran tamaño de sus naves, en comparación con el tradicional buque de pequeño tonelaje.
La ruta de navegación entre las repúblicas italianas y el norte de Europa fue también uno de los grandes impulsores del auge del comercio valenciano. Dependió de factores externos a la economía de Valencia, estuvo más relacionado con estrategias comerciales de otras potencias como Inglaterra o Flandes. En València, a finales del siglo XIV comenzaron a fletar veleros y galeras propios y foráneos para la navegación en la Ruta de Flandes. Las mercancías que se movían en esta ruta iban desde la lana, el cuero o excedentes agropecuarios hasta arroz, vino o frutos secos, así como también azúcar, especias, paños, hilo, etc.
Al tratarse de un recorrido de larga distancia, se solapaba con otras rutas: en dirección al Atlántico se encontraban con barcas que se dirigían hacia puertos nazaríes. Además, Cádiz o Sevilla estaban en gran auge en el siglo XV. Ya desde el siglo XIV las cocas castellanas llegaban a Valencia con grano, pescado y esclavos. Y algunas rutas se prolongaron hasta las islas de Madeira o Canarias. En dirección contraria, después de València, esta ruta flamenca podía seguir dos direcciones: la Ruta de las Islas, ya comentada, o bien la navegación de cabotaje hacia Barcelona, para luego continuar por Marsella, Génova, Livorno, o los puertos de Florencia y Nápoles.
En cuanto al comercio local, la ciudad de Valencia se convirtió en una especie de mercado regional, donde se concentraban todo tipo de mercancías. En un principio las tiendas donde se vendían los productos eran pequeños puestos móviles y algunas tiendas fijas, pero poco a poco se fue convirtiendo en un gran mercado diario. Las mercancías llegaban por el puerto, pero se vendían en el centro de la ciudad, por diversas zonas, como por ejemplo las calles que llevan nombres de oficios (la corretgeria, la fusteria o la tapineria), en el almudín, tabernas locales, carnicerías, pescaderías, en las plazas, así como en la ubicación del mercado semanal que Jaume I fijó entre la muralla y el arrabal de la Boatella, y por supuesto en la antigua lonja del aceite, así como posteriormente en la Lonja de Seda. Ya en 1380 se autorizó la creación de una asociación de mercaderes. Entre los mercaderes de Valencia en el siglo XV había un número considerable de extranjeros liderados primero por los occitanos y más adelante por los italianos. Pero la base del grupo de mercaderes estaba formado por los locales, de los cuales, algunos eran de ascendencia judeo-conversa. En el siglo XV los mercaderes valencianos solían proceder de tres orígenes sociales diferentes: inmigrantes de otros lugares, los que ascendieron de otros grupos inferiores como agricultores o artesanos, o los que seguían el negocio familiar y emparentaban con gente de su misma clase social.