Censales que el Consejo de Valencia vendía como medio principal de financiación de sus gastos –importación de trigo y subsidios al rey básicamente–. Los compradores de censales daban un capital al municipio y éste pagaba unos intereses del 8,33% todos los años de manera indefinida. Si el municipio quería clausurar el pago debía regresar íntegramente el capital inicial. Así, la deuda de la ciudad creció hasta niveles elevadísimos y la gente adinerada encontró una manera segura para garantizarse rentas perpetuamente.