Los visigodos desarrollaron un régimen vasallático-beneficial, que se acabaría integrando en su organización estatal profundamente, como consecuencia de la crisis del sistema productivo de grandes latifundios trabajados por esclavos. El origen de este nuevo sistema tiene sus orígenes en el vínculo de patrocinio personal de orígenes romanos, y en los vínculos de lealtad de procedencia germánica, que se combinaron para formar un nuevo tipo de dependencia entre patronos y vasallos para impedir la pérdida de trabajadores a partir de las décadas finales del siglo VI, cuando una serie de epidemias de peste y malas cosechas provocan la fuga de miles de esclavos, y los propietarios se ven obligados a recurrir a este sistema, después del fracaso de medidas como los castigos físicos, que no hacen sino incrementar la cantidad de huidas.
A cambio de fidelidad a su persona y de servirle, los terratenientes ceden a sus protegidos tierras para que las trabajen.
El nuevo sistema de organización del mundo rural supone la crisis definitiva del antiguo sistema de villas, vigente desde la época romana, y su progresiva sustitución por un sistema organizado en torno a pequeños núcleos de población dispersos.
La crisis agrícola obligó a muchos campesinos libres a endeudarse, con lo que sus tierras pasaron a la propiedad de los magnates, que les permiten continuar con la explotación a cambio del pago de un tributo y otras obligaciones. Estos grandes terratenientes ceden parte de sus tierras a esclavos para que las trabajen y entreguen parte de su cosecha. Estos dos grupos son el origen de los denominados servi.
Parece ser que en el reino visigodo la mayoría de los campesinos llegaron a ser dependientes de un patrón y carentes de libertad, con la consideración de servi, con escasas referencias a propietarios libres. El nuevo sistema de vinculación de los siervos a la tierra supone la crisis progresiva de la institución de la esclavitud, que alcanzó su máxima dimensión a finales del siglo VII, cuando se promulgan leyes cada vez más duras contra los fugitivos. La barrera entre los libres y los esclavos se va haciendo cada vez más frágil, junto con la mentalidad religiosa, que defiende que si alguien ha recibido un sacramento es un ser humano completo y por tanto no puede ser esclavizado, marcando el inicio de un nuevo sistema de esclavitud, diferente del modelo vigente desde la Antigüedad.