La difusión de las ideas ilustradas (la acción transcurre el año 1799)

A finales del siglo XVIII se produce un incremento de las movilizaciones políticas, por parte de las clases populares y la burguesía, que reclaman mejoras sociales o de gobierno. Estas nuevas inquietudes se plasman en la prensa, y en las asociaciones de corte liberal o absolutista, que organizan tertulias entre personas de ideas afines, como la Sociedad Patriótica de Valencia o la Sociedad de Amantes de la Constitución.

Se conocen varias publicaciones de prensa de la época, muchas de ellas originadas en tertulias o en asociaciones, de las cuales algunas son: La Ronda del Butoni, El Redactor Constitucional, El Tribuno de la Sociedad Patriótica, El Vigía de la Libertad, la Cimitarra del Soldado Musulmán y El Vigía de la Libertad. La más importante de todas fue Diario de Valencia, que comenzó a publicarse en 1790, por el francés Joseph Marie de la Croix y el valenciano Pascual Marín. Muchos de estos diarios, fueron puestos en marcha por franceses asentados en el país, que reproducen el modelo de la prensa francesa.

La libertad de imprenta permitió la difusión de obras de autores extranjeros, como Hermann y Dorotea de Goethe, y El corsario de lord Byron, que servirían de inspiración para autores locales, entre los que destaca Vicent Boix, y contribuyendo a la difusión del romanticismo y la mentalidad de la burguesía de otros países.

Esta libertad de publicación tuvo que hacer frente a los obstáculos puestos desde las autoridades, que no veía con buenos ojos muchos de los contenidos, y de los grupos más conservadores. En 1788 se publicaba la Real Orden del 2 de Octubre, como respuesta a la proliferación de la prensa escrita a lo largo de toda la década 1780 y al temor de que la prensa se hiciese eco de las ideas revolucionarias que ya circulaban abiertamente en Francia. Esta ordenanza obligaba a los impresores a obtener la licencia de impresión de manos del juez de imprenta, cargo creado para controlar a la prensa, y a firmar todo lo que publicaban, para que llegado el caso se les pudiesen exigir responsabilidades sobre el contenido. Excepcionalmente, el Diario de Valencia no tuvo problemas para superar este obstáculo, ya que un informe favorable de la Audiencia de Valencia permitió que una cédula real fechada el 20 de mayo en Aranjuez concediera a sus fundadores el privilegio de publicar el diario durante veinte años. Este trato de favor probablemente se consiguió gracias a buenas relaciones de los promotores del diario con el gobierno, que ayudaron a sortear la prohibición general de periódicos decretada en febrero de 1791, como consecuencia de la censura implantada a raíz del estallido de la Revolución Francesa, que se tradujo en España con un incremento del control de las informaciones, especialmente aquellas que llegaban desde el país vecino. Diario de Valencia se mantuvo en circulación hasta 1835.