Entre septiembre de 1609 y enero de 1610 fueron expulsados los moriscos del reino de Valencia, oficialmente cristianos tras los bautizos agermanados pero que en privado continuaban practicando su religión, costumbres jurídicas, indumentaria y lengua –denominada algarabía por los cristianos–. La razón aducida por el rey fue la necesidad de garantizar la pureza religiosa de la Monarquía. Los moriscos, que habitaban sobre todo en el campo, eran la tercera parte de la población valenciana. En total, se embarcaron –especialmente hacia el norte de África– unos 116.000, unos 5.000 murieron antes de la partida, enfermos o resistiendo, unos 2.000 huyeron y unos 500 fueron enviados a galeras. En el reino no quedaron más de 1.000 familias.