El auge de la taifa

Los reinos de taifas tienen su origen en la descomposición del Califato de Córdoba a finales del siglo X y principios del XI. El califa Hisham II (965-1013) era todavía un niño al acceder al poder en 976, por lo que fue su visir Al-Mansur Ibn Abi Amir, más conocido como Almanzor quien ejerció el poder durante toda su vida,  apoyado en mercenarios y funcionarios leales a su persona. Almanzor financió su aparato de poder realizando expediciones anuales de saqueo en los reinos cristianos, la más conocida de las cuales fue en 997, en la que atacó la ciudad de Santiago de Compostela.

 

A su muerte en 1002, sus hijos trataron de obtener para ellos mismos el cargo de Califa con la ayuda de sus numerosos partidarios, los llamados amirís, pero los partidarios de los califas y los enemigos de los amirís se levantaron en armas y los asesinaron, dando inicio al período conocido como la Fitna, una serie de guerras civiles entre las distintas facciones en las que estaban divididos los musulmanes peninsulares, varios califas gobernaron en rápida sucesión, todos ellos incapaces de frenar la descomposición del estado cordobés en pequeños reinos conocidos como taifas.

 

Estos pequeños estados se caracterizan por su debilidad militar, mientras que los reinos cristianos, reorganizados y fortalecidos mientras los musulmanes se enfrentaban entre sí, aprovecharon la situación para imponerse por la fuerza y obligarles a pagar unos tributos conocidos como parias.  El control de estos impuestos hizo que a menudo los propios cristianos lucharan entre sí, o que pusieran sus tropas al servicio de los emires para protegerlos de agresiones externas o de sus enemigos internos. Esto explicaría casos como el del Cid, sirviendo al emir de Zaragoza, o de los condes de Barcelona luchando en favor de la taifa de Valencia contra el Cid.

 

 

En 1016 dos eunucos, Mubarak y Mudaffar,  se hicieron con el poder en Valencia y durante un año la gobernaron de manera independiente, hasta que el emir de Tortosa, Labib, añadió la ciudad a sus dominios temporalmente, cuando tuvo que abandonarla por la enemistad y las luchas con la taifa de Denia.

En ese momento, los amirís de la ciudad se adueñaron de la ciudad y nombraron emir a Abd al-Aziz ibn Ámir, de tan sólo quince años y nieto de Almanzor, que gobernaría entre 1021 y 1061. La principal obra de Abd al-Aziz fue la construcción de la muralla, que delimitará el recinto urbano hasta su ampliación en el siglo XIV, tras la conquista cristiana. La construcción de la nueva muralla se debe a la necesidad de aumentar el recinto intramuros, especialmente al norte y oeste de la ciudad, donde habían crecido dos grandes barrios de artesanos fuera de la muralla, y por las finalidades defensivas necesarias en todos los grandes asentamientos de la época.  La muralla mostró su utilidad en 1065, cuando Fernando I de Castilla y León llevó a cabo una expedición de saqueo por tierra valencianas, derrotando a las tropas de Balansiya,la muralla evitó el saqueo de la ciudad, pero el emir toledano aprovechó esta derrota para incorporar Valencia a su territorio. A pesar de esta derrota y del posterior sometimiento de la ciudad por los toledanos, el siglo XI fue en general un período de prosperidad para la taifa valenciana, que llegó a dominar brevemente Almería, y adquiriendo una importancia que irá creciendo en los siguientes años.