En su campaña contra Valencia, el Cid estableció su base en El Puig, en la fortaleza de Djubayla, un emplazamiento que le permitía dominar la zona norte de La Huerta valenciana. Ibn Yahhaf había aceptado rendir la ciudad, pero en ese momento llegaron las noticias del ejército almorávide que se aproximaba, las negociaciones se rompieron y el asedio de la ciudad se reanudó. En la ciudad comenzaron a extenderse el hambre y la desesperación, porque las tropas almorávides tuvieron que retirarse cuando ya habían alcanzado Almussafes por el estallido de una tormenta que les impidió continuar su avance.

Fueron estas desgracias las que inspiraron a Al-Waqqasi la composición de su obra, lamentando las calamidades que sufrieron la ciudad y sus habitantes. Sucesivas negociaciones entre los sitiados y los atacantes fracasaron, mientras la hambruna y la peste se extendían, incrementando el precio de los alimentos de tal manera morían por las calles al no poder pagar.

Muchos consiguieron huir con la esperanza de que los castellanos les ayudaran, pero éstos optaron por ejecutar a todos los fugitivos, sin atender a sus peticiones de ayuda. La ciudad fue conquistada por las tropas castellanas, y tan sólo unos meses después, las fuerzas almorávides enviadas en auxilio de la ciudad fueron derrotadas cuando trataron de conquistar Valencia.

Tras la capitulación, el Cid y Alfonso VI se reconciliaron y durante un breve período la ciudad estuvo bajo dominio del monarca castellano, ya que ambos entendieron la necesidad de unirse contra el peligro que representaban los almorávides. Al-Waqqasi, que había sido partidario de no oponer resistencia a las tropas del Cid, fue autorizado a permanecer en la ciudad por haberse mantenido neutral durante el conflicto, y obtuvo el cargo de cadí, ya que además de un gran intelectual, era un jurista muy reconocido por su gran conocimiento de las leyes. SIn embargo, unas semanas después renunciaba a su posición y abandonaba Valencia, para instalarse en Denia, ciudad en la que falleció en 1096.