La Real Sociedad Económica de Amigos del País (la acción transcurre el año 1799)

El siglo XVIII, especialmente las décadas centrales, fue de expansión económica, coincidiendo con los reinados de Fernando VI (1746-1759) y Carlos III (1759-1788). Las reformas financieras impulsadas desde Felipe V contribuyeron a la prosperidad y reorganización del país, en gran medida por la militarización de la administración, que permite controlar mejor los recursos y hacer más eficaz el sistema tributario.

El objetivo era impulsar el desarrollo de España y también de sus colonias para equiparar su desarrollo con el de Francia e Inglaterra. Siguiendo el ejemplo de la primera sociedad creada en 1765, la Bascongada, se fundó en Valencia, el 5 de marzo de 1776 la Sociedad Económica de Amigos del País, con la participación de varios de los regidores municipales, por iniciativa del rey, en especial por influencia de Pedro Rodríguez de Campomanes, el cual se dio cuenta del rápido éxito que tuvo la sociedad Bascongada, y convenció a la monarquía de favorecer la creación de estas asociaciones como impulsoras del desarrollo regional para favorecer al conjunto del país.

 

El primer director de la sociedad fue Cristóbal Bru Crespí de Valdaura, conde de Castrillo y Orgaz, y se eligieron a los cargos directores de la Sociedad, el censor, el secretario y el tesorero,  que permanecen hasta la elaboración de los estatutos en 1785, en los que se estipula que la dirección recae sobre una Junta de veintidós miembros para la dirección, la duración de los cargos, con una asamblea general para el control de los gastos y las acciones de la Junta, así como para decidir los ganadores de la entrega de premios en metálico que organizaba la Sociedad para incentivar mejoras técnicas.

Se crearon seis comisiones, cada una con un ámbito de competencias: 1)economía, mejora y estado de los pueblos; 2) agricultura; 3) fábricas de lana, lino, cáñamo, algodón, etc.; 4) fábricas de seda; 5) industrias y manufacturas extraordinarias; 6) legislación gremial.

Estas comisiones se mantuvieron hasta la aprobación de los estatutos, momento en el que se crean las comisiones particulares, y las generales, que a su vez se dividen en agricultura, industria y artes.

Las últimas décadas del s. XVIII coinciden con una etapa de crecimiento agrícola, debido al protagonismo del arroz, que comienza a sustituir el trigo como la base de la dieta, aunque su principal destino siguen siendo los mercados europeos. Esta dualidad económica, combinando la agricultura con el comercio, se reflejaba en otros cultivos, como las hortalizas, leguminosas o árboles frutales, cuyo principal destino eran insertarse en las redes comerciales. Fueron estas iniciativas las que trataban de promover los miembros de las Sociedades Económicas, que otorgaban premios a quienes las ponían en práctica con éxito.

 

 

Las sociedades fueron promotoras de la educación femenina, siguiendo las directrices establecidas por Campomanes en su obra de 1774 Discurso sobre el fomento de la industria popular, dando a las mujeres un papel de gran importancia en sus teorías para el desarrollo de la economía.

Campomanes defendía el potenciamiento de las manufacturas rurales en combinación con la agricultura, esta dualidad era necesaria para finalizar con los elevados niveles de desocupación estacional en el mundo rural y a la vez controlar la emigración hacia las ciudades. Las mujeres tendrían participación en este sistema, ya que los textiles que antes fabricaban para uso doméstico estarían ahora destinados al comercio. Los gremios se opusieron a la iniciativa por considerarla competencia desleal, pero Carlos III la consideró positiva para el país y fueron promulgadas en 1779 y 1784 leyes en favor de ella, por las cuales se creaban escuelas para mujeres de todas las edades, para enseñarles nuevas técnicas a fin de que sus tejidos fuesen de mayor calidad. Estos centros permanecieron activos hasta que fueron cerrados a raíz de la invasión francesa años después.

A iniciativa de estas sociedades se crearían también a partir de 1783 en las principales ciudades las escuelas de primeras letras, destinadas a enseñar a las niñas los rudimentos de la fe católica y las “labores propias de su sexo”, que posteriormente fueron ampliadas a nociones de letras y números, para aquellas que lo pidieran.

Dentro de la Sociedad Económica valenciana, destaca el nombre de Joaquín de Lacroix, militar e ingeniero, hijo de un aristócrata francés asentado en España. De Lacroix, cuyas labores de ingeniería le concedieron un gran prestigio,  fue introducido en la Sociedad por Tomás Barrachina. Rápidamente se convirtió en uno de los socios más activos, lo que se ha confirmado por la gran cantidad de informes técnicos hechos por él que se han conservado, muchos de los cuales tuvieron aplicación práctica. Fue uno de los principales responsables de reformar la organización interna de la Sociedad, y de promover la creación de instituciones como las escuelas de dibujo y de hilar en Valencia.