En 1793 los mozos alistados voluntariamente para luchar contra la Francia revolucionaria apedrearon, asaltaron y quemaron las casas de los comerciantes y menestrales franceses hasta que fueron expulsados del reino. En 1794 se repitieron los tumultos contra cuatro monjas galas acogidas por el arzobispo. La violencia estaba motivada sobre todo por una profunda xenofobia antifrancesa, mezclada con motivos económicos.