La alimentación de los andalusíes, que dejó una fuerte huella en la península ibérica, era muy rica y variada como consecuencia de la extraordinaria diversidad de nuevas especias vegetales que aclimataron gracias a los complejos sistemas de regadío que desarrollaron. Entre otros, introdujeron el arroz, la caña de azúcar, el algodón, la morera, los melones, las berenjenas, las espinacas, los albaricoques, las alcachofas y los plátanos. Consumían el trigo en forma de pan, cocas, gachas, sopas y sémolas como el cuscús. Apreciaban el pescado, especialmente en escabeche –iskabay–, y su carne preferida era la de cordero, sobre todo en forma de albóndigas –al-bunduqa– y siempre con abundantes especias. También fueron grandes aficionados a los dulces, a las infusiones y a los jarabes.