La cerámica valenciana se benefició de las técnicas y métodos de elaboración heredados de los musulmanes, es habitual que los comerciantes que financian obradores cuenten con artesanos mudéjares entre los trabajadores, aunque la base del sistema productivo el pequeño taller familiar, cuya producción es comprada por mercaderes que lo distribuyen. Estos comerciante se sirven de las rutas comerciales abiertas durante el período islámico o ampliándolas para abrir nuevas, conectando puertos norteafricanos como Fez y Túnez con peninsulares como Almería y Málaga. Estas cerámicas son las llamadas maioliche, una de las exportaciones más reconocibles en este periodo.
La técnica de la loza dorada tiene su origen en la transformación del óxido de cobre, de color verde, en cobre metálico, de color rojo. Se añaden pigmentos de oro y plata para alterar su color. Se puede efectuar de dos maneras: por un lado, reduciendo el vidriado con óxidos metálicos por medio de gases durante un proceso de combustión, y otra técnica, depositando una capa metálica de poco grosor sobre un vidriado, en una atmósfera reductora. El primer proceso ya se conocía desde el siglo XI en China, y el segundo desde siglo IX.
La atmósfera reductora se consigue con los gases producidos por la cocción de leña, y de plantas como el romero. Por la chimenea del horno se van extrayendo pequeños fragmentos de los productos para comprobar que están llegando al punto óptimo. Cuando se llega a este punto, las piezas se dejan enfriar en el interior del propio horno, y los residuos superficiales, llamados cosela, sirven para la preparación del siguiente pigmento.
Las cerámicas de Paterna son objetos de uso cotidiano, útiles de cocina como jarros, cantos y ollas, o elementos para la construcción, como tejas y ladrillos. Los talleres de Manises se especializan en cerámicas de lujo, destacando la dorada de reflejos metálicos que se exportaba a toda Europa, mediante las redes de intercambio que los comerciantes valencianos tienen establecidas con mercaderes ligures y toscanos. En el siglo XV la loza dorada valenciana alcanza un gran prestigio a nivel europeo, apareciendo en las cortes de Felipe el Bueno de Borgoña, los Reyes Católicos o la corte francesa.