Los años anteriores a la Gloriosa Revolución de 1868 se caracterizaron por la crisis política y económica, las continuas críticas a la monarquía como una institución del pasado, incapaz de dar respuesta a las necesidades del país, y por un profundo malestar entre las clases medias y bajas.
Los años posteriores, durante la Restauración Borbónica, marcaron el inicio de un crecimiento económico que vería su mejor momento a inicios del siglo XX, coincidiendo con la expansión de Valencia, cuya economía se orientaba hacia el comercio exterior.
Este crecimiento regional no se vio reflejado en el conjunto del país, muchas regiones sufrieron pérdidas y la economía nacional en su conjunto retrocedió. Las medidas del gobierno y los aranceles impuestos sirvieron para proteger los intereses de los terratenientes castellanos dedicados al cultivo de cereales, y de los industriales catalanes y vascos. En cambio, estas medidas eran perjudiciales para los agricultores valencianos, cuyos mercados eran principalmente extranjeros y reclamaban una política más abierta y de corte librecambista.
Los industriales valencianos fueron incapaces de ofrecer un frente común para que sus demandas fueran atendidas, debido a su división interna: los sectores vinculados a la exportación tuvieron enfrentamientos con los agricultores dedicados a los cereales, en especial con los arroceros, que contaban con un gran peso en la economía valenciana. Estos sectores, junto con los que se encontraban en una situación más delicada, reclamaron medidas que les beneficiaran, de corte proteccionista, entrando así en pugna con los partidarios del librecambismo. Este enfrentamiento acabaría por decantar el alineamiento político de los industriales valencianos. En 1906 se aprobó la Ley de Bases Arancelaria, con un gran respaldo por parte de la Liga Regionalista de Cataluña. La burguesía comercial valenciana, uno de los grupos más afectados del país por dicha ley, dio un vuelco anticatalanista en su orientación política, que se manifestó abiertamente durante la Exposición Regional de 1909, y marcó el inicio del proceso de alejamiento de los burgueses valencianos de cualquier teoría o ideología que les vincule políticamente con los catalanes.
La economía valenciana vinculada a la agricultura experimentó una caída, cuyo final no se vería hasta 1914, con el inicio de la Primera Guerra Mundial, que causó un incremento de la demanda de productos básicos, como arroces y cereales, por parte de los naciones afectadas. Los productos de mayor calidad, como la naranja o el vino, no se vieron tan favorecidos, en especial la naranja, que vivió sus peores años, por las restricciones impuestas por el gobiernos francés y británico, y el cierre del mercado alemán por el bloqueo naval que sufren los puertos de Alemania durante toda la guerra.
Sectores como el arroz, y las industrias maderera, textil y siderúrgica crecieron de manera espectacular, y los beneficios obtenidos permitieron financiar innovaciones: las fábricas de calzado pudieron instalar electricidad en sus complejos y empezaron a fabricar zapatos con suela de goma, y el establecimiento de nuevas compañías, como la Unión Naval de Levante o las compañías siderúrgicas en Sagunto y cementeras en Buñol.
Como exponente de este crecimiento, en 1917 se organizó por vez primera la Feria de Muestras Internacional. Sin embargo, el final de la guerra supuso la vuelta a la situación previa al inicio del conflicto, la mayoría de sectores se estancaron, mientras la naranja vive un periodo de crecimiento, con nuevos mercados que se añaden a los tradicionales.