La Valencia de mediados del siglo XVI, como parte de los territorios de Carlos V, quedó reducida a un pequeño rincón de un extenso imperio multinacional. El reino de Valencia pierde el peso político que había tenido en los dos siglos anteriores, debido a la hegemonía castellana y a la expansión por tierras americanas del imperio, que proporcionan al monarca gran parte de los recursos necesarios sin tener que demandarlos a las cortes de la Corona de Aragón a cambio de concesiones políticas. El absentismo real, cuya autoridad se ejerce por los virreyes en su nombre, y el establecimiento de la corte en Madrid en 1561 por Felipe II son muestras del escaso peso que tienen tanto Valencia como el resto de territorios de la Corona de Aragón en el conjunto de los estados de la casa de Austria.
El establecimiento del cargo de virrey permite que la ciudad cuente por primera vez con una corte estable, algo que sólo había ocurrido en ciertos momentos, dado el carácter itinerante de la corte aragonesa. El virrey reproducía a escala local las funciones de la corte del monarca en su capital, tanto en los aspectos de gobierno como en el plano cultural. En este aspecto, destacan las aportaciones del duque de Calabria, casado con Germana de Foix, que en 1527 hizo traer parte de los libros de la biblioteca real de Nápoles y que tenía cerca de cuarenta músicos a su servicio. Su segunda esposa, Mencía de Mendoza, favoreció a los humanistas valencianos así como el estudio del humanismo. Joan Ferrandis en su obra poética Coloquio de damas, y en especial Lluís del Milà en su obra El cortesano, reflejaron el ambiente y el entorno de la corte, en la que se trata de cultivar las artes mediante las representaciones teatrales, la música, la literatura y juegos amorosos, todo ello aparece reflejado por Milà en su obra. La virreina tuvo un especial interés por los libros de caballerías, y durante su primer matrimonio vivió varios años en Breda, llegando a relacionarse con Erasmo de Rotterdam, lo que le permitió ampliar su formación, y ese entorno renacentista fue el que trató de impulsar durante su estancia en Valencia.
El virrey contribuyó personalmente a la producción artística mediante la creación del conocido como Cancionero de Upsala, una recopilación de canciones de la época, llamada así porque se creyó perdida hasta que a inicios del siglo XX se encontró un ejemplar en la biblioteca de la ciudad sueca de Upsala. El origen extranjero de muchos de los cortesanos o de los propios virreyes favoreció a su vez la importación de modas extranjeras y la asimilación de la rígida etiqueta y protocolos de la corte castellana a la que tratan de imitar, iniciando así la castellanización de la élite local, en gran medida por la obligación de comunicarse con el gobierno central, que emplea el castellano. Los autores comienzan a emplear el castellano en sus obras: Joan Ferrandis ya escribió la suya en ambas lenguas, y el historiador Pere Antoni Beuter publicaba en 1524 su obra Primera parte de la Historia de Valencia en valenciano, y unos años más tarde fue reeditada y publicada junto con la segunda parte, esta vez ambas en castellano.