De las Alquerías a la Seda

La vida de estos gusanos empieza con el apareamiento de dos mariposas, después del cual la hembra pondrá unos 500 huevos para después morir. Estos huevos son denominados “labores”. La eclosión de los huevos coincide con la aparición de las hojas de la morera (morus alba). Cuando la larva alcanza su pleno desarrollo, deja de comer y comienza a tejer el capullo segregando un líquido a través de unas glándulas que tiene a lo largo de su cuerpo, el cual se endurece en contacto con el aire en forma de filamentos. Tras haber estado cuatro días hilando el capullo, se duerme para finalmente realizar la metamorfosis. En este punto se procedía a cocer los capullos en agua, sacando los sutiles filamentos con una escobilla y trenzándolos en la rueca para formar la hebra. El criador deja que salgan solamente algunas mariposas para asegurar la reproducción.

 

El hilo, después de estirarlo puede medir entre 700 metros y 1,6 kilómetros. Para desenrollarlo hay que localizar el principio. El hilo resultante de los filamentos del capullo hervido, está formado por fibras en disposición espiral, y el hilado propiamente dicho consiste en devanar los pelos resultantes de los capullos y crear el hilo escogiendo las fibras adecuadas además de combinar su longitud y grosor. Las principales características que le dan valor a la seda son su resistencia, su elasticidad y sus propiedades químicas.

 

Los musulmanes iniciaron la torcedura intencionada de la seda con la ayuda de ruecas o pequeños tornos porque la hilatura manual de la fibra provocaba irregularidades en el producto final y además era más lenta. Surge así, la figura del Torcedor. De esta manera el producto elaborado tenía más cohesión, era tenaz, brillante y elástico, lo que implicaba que se pudiesen tejer telas más finas y con diseños más elaborados. Este método se adapta más a la manufactura de tejidos lujosos de seda, sobretodo terciopelos.