La Iglesia cristiana se organiza, en cierta medida, siguiendo el modelo del Imperio Romano. Hay obispos en casi todas las ciudades donde hubo curia y magistrados, como es el caso de València, Dénia, Xàtiva y Elx. De época romana también conservan las divisiones provinciales de Diocleciano, las cuales utilizan como base de las demarcaciones eclesiásticas.
Con el declive del Imperio Romano, los obispos se convierten en la única autoridad que se encarga de dirigir la administración pública, y así continuó bajo el dominio visigodo. El primer obispo católico de València del que se tiene constancia es Justiniano (531-48). Durante su gobierno se celebró en la ciudad un concilio regional en el año 546. De las conclusiones de este concilio, donde sobre todo se trataron temas técnicos como las propiedades de los obispos, se aprecia que hubo gente que se convertió al catolicismo después de escuchar los sermones que predicaban los eclesiásticos en las iglesias. Lo que no se sabe a ciencia cierta es si se convertían del arrianismo o del paganismo, siendo esta segunda opción la más probable. A mediados del siglo VI, el obispo Justiniano va a abrir la polémica contra el arrianismo y establecerá que el rebautismo (un sacramento importante para los arrianos) era inadmisible.
El primer hecho en el que se menciona a València en las crónicas visigodas es cuando Hermenegildo, después de revelarse contra su padre Leovigildo, se convierte al cristianismo en el año 584 e impulsa la fusión de los godos con los hispano-romanos. Más tarde, Recaredo, su hijo, abraza el catolicismo en nombre de todos los godos en el III Concilio de Toledo (589). A este concilio asisten dos obispos de València: Wiligisde que era arriano y Celsí, católico.