Es el mes de agosto del año 642, durante el reinado de Chindasvinto, siendo Anesius obispo de Valentia. Está finalizando la cosecha del cereal y se prepara la vendimia. La acción transcurre en una villa rural en el territorium de Valentia (ager valentinus), en la actual comarca del Camp de Tùria, y en concreto en elcellarium, bodega y almacén de la finca.
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La cosecha
El Camp de Túria era una zona privilegiada desde época ibérica para el cultivo de cereales, así como para la vid y el olivo. Con todo, el éxito de las cosechas dependía en buena parte de la climatología y de la suerte de quedar a resguardo de las plagas, en especial las de langosta, que según las crónicas de la época asolaban los campos con frecuencia. El dominus entregaba una parte de la cosecha al Estado en pago de impuesto. A su vez, los siervos pagaban un diezmo en especie por las tierras que cultivaban y por el uso de los pastos de la finca y además debían colaborar en los trabajos agrícolas.
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El comercio
El comercio mediterráneo no decayó de forma significativa durante la baja romanidad, a pesar de las invasiones bárbaras, de la ruptura política del imperio e incluso de la rivalidad entre visigodos y bizantinos. Hubo cambios, sin duda, en los ritmos, en los centros productores y en las características de los navíos, pero el trigo africano y siciliano siguió llegando a todos los puertos, al igual que lo hacían los vinos o los tejidos orientales. Las rutas terrestres, en cambio, menguaron considerablemente por la inseguridad de los caminos.
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Siervos y esclavos
La agricultura romana del alto imperio, basada en los grandes latifundios explotados con mano de obra esclava, fue mostrándose insostenible con el tiempo, y los terratenientes comenzaron a considerar más ventajoso establecer a sus esclavos en parcelas de tierra a cambio de la entrega de un censo. A su vez, los pequeños propietarios libres se vieron obligados a buscar la protección de un dominus ante las crecientes exacciones fiscales y el reclutamiento forzoso que les imponía el Estado. Los antiguos latifundios se transformaron, pasando a constar de una reserva señorial, en principio trabajada todavía por esclavos, rodeada de una gran masa de tenencias campesinas cultivadas por siervos.
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Paganismo y cristianismo
A partir del Edicto de Tesalónica, promulgado por Teodosio en el año 380, el cristianismo se convirtió en la religión oficial del imperio. Pero ello no puso fin en modo alguno a las prácticas paganas, fuertemente arraigadas entre el pueblo, como por ejemplo la creencia en los augurios o el culto a las aguas. Para tratar de erradicarlas, los sucesivos concilios insisten en la necesidad de destruir los ídolos y en que los señores prohíban a sus siervos y esclavos el ejercicio de la idolatría, imponiendo severas penitencias. Con todo, finalmente el cristianismo optó por la asimilación de las prácticas como la vía más efectiva para la evangelización.
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La catedral
En 1905 apareció en la plaza de la Almoina una inscripción en la que se aludía a diversos trabajos de restauración de la primitiva catedral visigoda, muy probablemente erigida en memoria del mártir Vicente. En un principio las obras fueron atribuidas al obispo Justiniano, pero hoy en día se consideran realizadas por Anesio. Aunque se desconoce los recursos allegados para acometerlas, es muy probable que el prelado recurriera a la generosidad de los nobles de la tierra.