Las mujeres tenían derecho a hacer visitas a casa de sus familiares, siempre y cuando no tuviesen lazos de sangre que permitiesen el matrimonio con esos parientes (como es el caso de los primos hermanos por la rama paterna).
La poesía fue el género que más se enriqueció de la fructífera mezcla intercultural que se produjo con la llegada de los musulmanes a la península Ibérica. La causa, en buena medida, es que recibió una protección especial por parte de los dirigentes árabes de los distintos reinos que hubo en la península ibérica. De forma que, entre finales del siglo X y principios del XI, surgieron numerosos poetas arábigo españoles en las cortes andalusíes. Entre ellos destaca al-Sarif al-Taliq, llamado también “el príncipe amnistiado”, ya que estuvo encarcelado durante más de quince años. Trató temas amorosos sobre todo, con una gran delicadeza y sensibilidad.
También, en tiempos de Almanzor, en la segunda mitad del siglo X, destacó la obra de Ibn Darrach al-Quastallí, que se dedicó a ensalzar sus victorias militares, como los saqueos de Barcelona y Santiago de Compostela. Más avanzado el siglo, encontramos la figura de Ibn Hazm, que destacó cuando ya había caído el Califato de Córdoba. Fue el autor de El collar de la paloma, un tratado sobre el amor que tiene un gran valor a la hora de conocer más a fondo el plano sentimental en esta cultura.
Con los Reinos de Taifas, llegamos a la etapa más brillante de la poesía andalusí. Se debe a que la competencia entre ellos mismos y la necesidad de sus gobernantes de presentarse ante sus súbditos como los mejores, les llevó a rodearse, en sus cortes, de los más destacados poetas y artistas. De modo que los poetas encontraron en esta época los mejores mecenas para su arte.
El rey de Sevilla, en la segunda mitad del siglo XI, al-Mutamid, fue un gran protector de las artes. Él mismo escribió notables versos; los que corresponden a su encarcelamiento tras perder el poder son los más brillantes. Canta a la añoranza de su vida anterior, llena de lujos y privilegios. Y es que las cortes árabes, todas en general, fueron espacios especialmente concebidos para ser suntuosos, dedicados a los placeres de la vida, al gozo. En estos ambientes, el canto de los poetas era imprescindible. En Al-Andalus, ambientes como estos duraron hasta la llegada de los almorávides, principio de la decadencia de la poesía andalusí. Su islam radical despreciaba los refinamientos anteriores, los poetas cortesanos se quedaron sin apoyo. Floreció, en cambio, la poesía popular, entre la que destaca la moaxaja y el zéjel, poemas en estrofas de distinta rima que van seguidas de un tipo de estribillo llamado jarcha. En estas jarchas se han encontrado los primeros versos escritos en la lengua romance peninsular, que más adelante sería el castellano. La poesía árabe tradicional oriental deriva a un nuevo tipo de poesía por la existencia de una sociedad multirracial en Al-Ándalus, donde convivían tres culturas diferentes (judía, árabe y cristiana), y que era bilingüe, ya que se hablaba el dialecto romance junto al árabe. Tras siglos de convivencia, se produjo la desaparición paulatina de la lírica tradicional árabe y la aparición de un nuevo tipo de poesía: la moaxaja, las jarchas y el zéjel.
La moaxaja es un tipo de poema culto que tuvo su momento de esplendor en Al-Ándalus entre los siglos IX y XII. Está escrita en versos cortos, debido a influencias de la lírica popular. La puso de moda en la corte cordobesa el poeta Moccadan de Cabra.
El final de cada poema está rematado con una coplilla romance: la jarcha. Podríamos decir que el cuerpo de la moaxaja está escrita en la lengua literaria del autor, pero toda la composición se concibe como presentación de estos versillos en romance (o en árabe vulgar) que le sirven de remate.
Mientras que las moaxajas eran composiciones destinadas a un protector, las jarchas están constituidas por lamentos del amor femenino, casi siempre causados por la ausencia del amado y a veces dirigidas a una confidente, como la madre o las hermanas.