La casa andalusí consiste en una serie de estancias organizadas en torno a un patio central abierto. Está concebida así para que uno o dos (a veces más) de los hijos varones puedan permanecer en la residencia paterna después de casarse, reservando cada estancia para la intimidad conyugal dentro del conjunto. La “familia extensa” que habita cada casa es un grupo cohesionado y autónomo, articulado mediante una división del trabajo doméstico llevado a cabo por las mujeres.
A partir de la recreación de una hipotética jornada en la vida de una familia artesanal de Madinat Balansiya, se propone una mirada antropológica sobre la sociedad andalusí en las primeras décadas del siglo XIII.
-
La oración de la mañana
La oración es uno de los pilares de la religión musulmana. Cinco veces al día, el muecín convoca a los fieles desde lo alto del alminar de la mezquita. En las ciudades de al-Andalus existían las mezquitas mayores, donde acudía la comunidad para la oración del mediodía del viernes y para escuchar la jutba o sermón, y los oratorios de los barrios, donde se hacían los rezos diarios ordinarios.
-
El patio y la comida
El pan era la base de la alimentación en al-Ándalus, consumiéndose también carne, pescado, legumbres y frutas. Un plato muy corriente era la asîda, papilla de harina de trigo, cocida en un potaje de verduras frescas. Se hacían purés de lentejas, de habas o de garbanzos y sopas de trigo y verduras (yâshish), platos que se presentaban en fuentes cerámicas en el suelo o en mesas bajas. El cuscús se introdujo en al-Andalus a principios del siglo XIII.
En la escena es patente la tensión entre A’isha y su nuera Muná, reflejo de la todavía débil posición de esta última dentro de la familia. Munà todavía no ha quedado encinta y sabe que hasta que no nazca su primer hijo no adquirirá el estatus pleno de mujer casada.
-
Los preparativos de la boda
La elección de esposa era un asunto de máxima importancia del que se encargaban los padres. Correspondía a la familia del novio escoger una muchacha, preferentemente dentro de la parentela inmediata, para no fragmentar la propiedad del linaje. Si la familia de la novia se mostraba receptiva, se negociaba un acuerdo de petición en matrimonio (jitba), en el que se fijaba la fecha de la boda, la dote, la composición del ajuar, así como el “precio de la novia” (sîdâq). Tras la firma del contrato matrimonial, se celebraba la fiesta de compromiso y el convite en casa del novio.
-
La educación y los linajes
En las ciudades de al-Andalus era habitual que los niños y niñas recibieran desde pequeños una instrucción elemental. Las escuelas solían ser bastante rudimentarias: apenas una tiendecilla donde el maestro reunía a un grupo de alumnos y, a cambio de un salario, les enseñaba a memorizar el Corán y a leer y escribir, recurriendo, si lo estimaba necesario, al castigo físico. Por otra parte, existía una educación doméstica paralela mediante la cual se trataba de inculcar una conciencia de pertenencia a un linaje basada en la memorización de la genealogía familiar, que casi siempre se hacía remontar hasta un antepasado de origen árabe.
-
La velada
Las visitas a los parientes y amigos eran una práctica social habitual en al-Andalus, que daba honor y prestigio a la casa, respetando siempre cierto principio de reciprocidad. En las casas más acomodads las veladas se acompañaban con instrumentos musicales y esclavas que bailaban y cantaban, y se servían bebidas y frutas a los invitados, que charlaban, bromeaban y recitaban versos. En el momento de la dramatitzación, Borriana acaba de caer en manos de Jaime I, por lo que las noticias del avance cristiano difícilmente podían quedar al margen de la conversación.