La inmigración hacia Valencia después de la conquista feudal fue un proceso constante y continuo a lo largo de toda la Edad Media hasta el punto que a finales del siglo XV era la ciudad más poblada de la península ibérica con unos 50.000 habitantes. La ciudad ofrecía trabajo, abastecimiento alimentario, anonimato y franquicias. Junto a mercaderes o familias de artesanos y campesinos, llegaban especialmente muchos jóvenes, sobre todo de Cataluña, Teruel y la Mancha.