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El mercado (el diálogo transcurre en 123 d.C.)
La alimentación en época romana se basaba en el cereal, el vino y el aceite, a los que se unía las legumbres, verduras y frutas, el queso y los salazones, así como otros productos llegados por comercio de las diferentes provincias del imperio. Aunque las comidas solían ser frugales, en ocasiones especiales las recetas podían alcanzar un gran refinamiento.
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La educación y el matrimonio (123 d.C.)
La educación era muy importante para los romanos. Los hijos de las clases acomodadas acudían a la escuela, donde aprendían a leer y escribir así como nociones de matemáticas, siempre bajo la amenazante vara del maestro. A partir de los 12 años, los chicos podían recibir formación en disciplinas más específicas, como la oratoria. Las familias más pudientes disponían de tutores particulares, que en ocasiones instruían también a las hijas, especialmente en alguna bella arte, aunque lo habitual era encaminarlas a la gestión de los asuntos domésticos.
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La política (123 d.C.)
Los asuntos públicos de Valentia, como en cualquier ciudad romana, estaban al cargo de la curia o senado y de los magistrados, entre los cuales destacaban los duunviros, los ediles, los cuestores y los censores. Solamente los miembros de las familias más pudientes podían aspirar a estas magistraturas, ya que su gestión venía avalada con sus bienes, y además solían sufragar espectáculos y obras públicas.
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La Valentia imperial (123 d.C.)
Entre los siglos I y II Valencia llevó a cabo un amplio programa urbanístico que cambió la imagen de la ciudad. Se erigió un nuevo foro o plaza pública, junto al cual se ubicaba la curia, sede del senado, y la basílica, donde se realizaban las transacciones comerciales y se administraba justicia. Se levantaron templos y monumentos públicos. Un acueducto llevaba el agua del Turia hasta el mismo centro de la ciudad, y al sur de aquella se construyó un circo, donde tenían lugar las carreras de cuádrigas, espectáculo preferido del pueblo.
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Los dioses (123 d.C.)
A los romanos les complacía exhibir su religiosidad y mostrar su devoción hacia los dioses mediante ritos y ofrendas de todo tipo. El panteón romano, derivado del griego, era marcadamente ecléctico, pues no sólo incorporaba divinidades autóctonas de cada nuevo territorio anexionado, sino que en ocasiones éstas alcanzaban culto masivo en todo el imperio. Es el caso, por ejemplo, de Isis, diosa de origen egipcio que contaba con numerosos adeptos en Roma y aquí, en la misma Valentia. Partiendo del politeísmo, la tolerancia religiosa era uno de los pilares sobre los que se apoyaba la romanización.