Soy Joan Feliu, obrero progresista y republicano, padre de Josep Feliu y abuelo de Joanet Feliu.
Nací en Valencia hace 80 años. Crecí solo con mi madre y mis abuelos en el Cabanyal, ya que mi padre estuvo exiliado durante el segundo reinado de Fernando VII, desde 1823 hasta 1833. Volvió en 1834 cuando se reorganizó la Milicia Nacional para hacer triunfar la revolución liberal; recuperó su oficio de velluter y no escatimó esfuerzos para combatir a los carlistas. Yo mismo, siendo un muchacho, me auné a la causa junto a muchos otros liberales, republicanos y progresistas. Pudimos expulsar a la madre de la reina y alzar al poder al general Espartero en 1840, pero tres años después el general Narváez, esa bestia, nos aplastó y persiguió con su Guardia Civil. Pasé unos meses en prisión y a la salida me casé y regresé al taller, pero lo tuvimos que cerrar muy pronto por culpa de una crisis general de la sedería valenciana. No tuvimos otro remedio que convertirnos en trabajadores asalariados, mi esposa en la fábrica de tabacos de la Aduana y yo en la de seda de los Colomina. Por aquellos tiempos, en 1854, hicimos subir nuevamente al poder a Espartero, pero la alegría sólo nos duró dos años. Después, en el ‘68, llegó la gran revolución, la Gloriosa, y con ella el sufragio universal masculino, las barricadas de 1869 y, por fin, la República. Desgraciadamente, los conservadores y la Iglesia, y de nuevo desde Valencia, nos impusieron a los Borbones y su bipartidismo. Hasta el momento han dejado fuera a las clases populares, pero parece que eso se está acabando. Los republicanos de Valencia ya tenemos a Blasco Ibáñez como diputado en Madrid y acabamos de ganar las elecciones municipales, aunque el alcalde, como siempre, será nombrado a dedo por el gobierno de Madrid.